Por Álvaro Romero (Profesor de Lengua y Literatura en el IES Almudeyne)
(Artículo que proviene de la sección Viéndolas venir del Correo de Andalucía)
Andamos muchos padres de hoy revolucionados con los deberes de nuestros hijos, tal vez porque tenemos tantos deberes socio-laborales que preferimos obviar el deber principal, el de ser padres, que no consiste tanto en fecundar, alimentar o criar, como en educar, y no tanto hacia la comodidad hogareña como hacia la responsabilidad ciudadana. Lo más fácil para unos padres sería obedecer a sus hijos, al igual que lo más fácil para unos maestros sería obedecer a los padres, que es lo que hacen los políticos, conscientes de que estos suman más votos que aquellos. Pobre matemática.
Los padres de antes trabajaban de sol a sol, pero a ninguno les dio por entrometerse en las tareas escolares de sus hijos. Ahora la cosa es más compleja, porque muchos padres trabajan incluso de luna a luna y cuando aterrizan por casa no están para ejercer de educadores, pues piensan que para eso está también el maestro, que debe educar, civilizar, sensibilizar, psicoanalizar, vigilar y además enseñar. Así que si el maestro manda deberes para casa no se entiende como una consolidación personalizada y reposada de lo aprendido durante la mañana entre treinta compañeros, sino como un engorro. Y la excusa es la felicidad de los niños. Pobre mentira. Los niños son infelices por otras causas.
El maestro es diana fácil porque sería más difícil atacar a un sistema que permite engordar la ratio y adelgazar la inversión, a unos políticos que nos regalan el oído, a una sociedad que explota a los adultos hasta el sintomático retorcimiento psicológico de que parezca que son los niños los que resultan explotados.
Hay maestros que se pasan –o que no llegan-, como en todos los oficios. Pero en la búsqueda de soluciones no deberíamos meter a los niños con ninguna huelga. Las huelgas, que deberíamos saber usar, son armas nuestras. Usando, en cambio, a los niños no conseguimos sino engañarlos a ellos y a nosotros, ayudar a la estafadora crisis a terminar de cargarse la escuela pública.