Contando anecdotas.
Los alumnos de 4ºESO-C se forman en competencia lingüística y desarrollan sus habilidades como escritores a través de la narración de anécdotas, pequeñas historias personales vividas y que han quedado en su recuerdo.
Casi una treintena de estas tiernas anécdotas que han querido compartir con todos. Aquí dejamos una muestra, pero podéis leer mas en nuestra revista digital Almudeyne.
DESNORTADOS EN EL METRO
Un día de las pasadas Navidades, fui con mi familia a Sevilla a ver las luces de Navidad. Estábamos entretenidos, pasándolo tan bien que no miramos la hora y se nos había pasado la tarde muy rápido. ¡Eran las nueve y media! Estábamos comidos ya, y mis padres decidieron que nos fuéramos al metro, ya que la estación cierra a las once de la noche.
Llegamos a la estación del metro y, nada más llegar, había un metro a punto de irse. Llegamos justo a tiempo para montarnos. Estábamos ya en el metro sentados, esperando que nuestra parada llegara, ¡cuando había pasado ya una hora! Y no nos habíamos dado ni cuenta. Algo estaba pasando, quedaban en el metro solo dos o tres personas y nosotros, y ya era la última parada, y no era la nuestra. Mi padre fue a hablar con el conductor y le comentó que esa línea no era la nuestra, que nos habíamos confundido.
Eran las once de la noche y no había más metros. Ese metro había llegado al norte de Sevilla. Nos teníamos que venir para el pueblo de alguna manera, y no podía ser con el metro. Entonces llamamos a mi tía para que viniera por nosotros, y nos recogió para irnos. Íbamos seis en un coche de cinco plazas, muy apretados.
La noche se nos torció un poco, pero después de dos horas ajetreadas y de muchas risas, ¡llegamos a casa a las doce y media de la madrugada!
por Álvaro Carvajal Chamizo
CHAPOTEANDO EN EL CANAL
Un fin de semana de un verano de hace dos años, Joaquín, su primo Manuel y yo fuimos a casa de su abuela, a Chapatales. El segundo día allí, muertos de calor y sin nada que hacer, a Joaquín se le ocurrió la idea de tirarnos al canal y usarlo como piscina. Manuel y yo dijimos que no, que nos parecía asqueroso. Veinte minutos después, sin embargo, estábamos los tres en calzoncillos en el puente del canal, decidiendo quién se tiraba primero. Finalmente, decidimos saltar los tres a la vez, pero Joaquín y yo no saltamos; saltó Manuel solo. Cuando vimos que no pasó nada, decidimos tirarnos nosotros también.
Pasamos la tarde allí. Al día siguiente, el día de irnos, también lo pasamos allí, desde las doce de la mañana, excepto la hora de comer. Llegaron las siete de la tarde y aún seguíamos allí, saltando al canal. En uno de los saltos, Joaquín se quedó arriba mirando un coche fijamente y dijo:
-Manuel, creo que es tu padre, pero no veo bien.
Diez segundos más tarde volvió a decir:
-Manuel, que sí, que es tu padre.
Entonces tuvo la brillante idea de tirarse al canal en ese preciso momento. Los tres estábamos agarrados a hierros que colgaban de debajo del canal, hasta que el padre de Manuel tiró una piedra al agua. Manuel asomó la cabeza y, efectivamente, era su padre, que nos pilló. Después de eso estuvimos castigados.
por José María Román Sánchez
PERDIDA EN UN BARCO
Este verano, mis padres y yo fuimos de vacaciones a Marruecos para estar con mis familiares y amigos…
Lo que voy a contar me pasó un lunes por la tarde, que era cuando estuvimos en la frontera de España para montar en el barco. Después de embarcar, conocí a una niña de mi edad. Estuvimos hablando juntas por un período de tiempo, fuimos a comer también. Unas horas después, habíamos llegado a la frontera de Marruecos. Mis padres bajaron y yo me quedé con ella. De repente, nos dimos cuenta de que habíamos llegado ya. Nos fuimos a buscar a nuestros padres, ella encontró a los suyos, pero yo no. Me puse muy nerviosa y tenía mucho miedo. Le pedí que me acompañara y fuimos a buscar y, de repente, nos encontramos a un policía y nos preguntó:
-¿Qué os pasa?
Yo le contesté que no encontraba a mis padres. El policía me llevó con él hacia abajo y, unos minutos después, encontré a mis padres bajando del barco, y fui corriendo hacia ellos. Ese fue el mejor recuerdo.
por Fátima Zahra
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